Las ventas mundiales de impresoras 3D alcanzarán las 100.000 unidades en 2014. Cifra que podría llegar a los 6 millones de unidades en 2018, según el Centro de Investigación del Conocimiento y Economía Industrial de Taiwán (CEA).
Este sector tiene un enorme potencial de crecimiento. Las limitaciones actuales en la impresión 3D son el desarrollo de materiales y la velocidad, resolución y tamaño de impresión.
Además, las impresoras 3D aún se consideran caras y fuera del alcance para la mayoría de ciudadanos, según los investigadores, ya que los modelos más básicos se encuentran en un rango de precios de 800-1.500 dólares (600-1.100 euros).
En lo que se refiere a impresoras 3D profesionales y de uso industrial, la situación es algo diferente. Mientras el mercado de las impresoras 3D de consumo prácticamente acaba de nacer, en el sector profesional e industrial no son nada nuevo. No obstante, también aquí se perciben cambios importantes.
La aplicación de los métodos avanzados de fabricación aditiva ya no se limita a la creación de prototipos. Ahora ya se utiliza para crear productos finales. La fabricación aditiva se ha convertido en el complemento perfecto a los procesos de fabricación tradicionales para la producción de productos donde esta última "no llega" o no resulta rentable.
La fabricación aditiva es adecuada para la fabricación de bajo volumen, piezas de alta complejidad y diseños que sería imposible construir con los métodos convencionales o que de otro modo resultaría demasiado cara su fabricación.
Por otra parte, en los últimos tres años los procesos de impresión 3D han evolucionado para incluir muchos más materiales, como polímeros, fibra de carbono y metal.
Tung Chung-Ming, administrador de la CEA, espera que en el próximo lustro la impresión 3D de escritorio ofrezca a los usuarios la capacidad para fabricar con materiales compuestos y propiedades mecánicas predeterminadas.
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